Pocos miedos están tan extendidos y son tan compartidos como el miedo a decidir. Decidir es una tarea en la que supuestamente somos expertos, decidimos cada día y a cada momento. Sin embargo, en algunas ocasiones nos vemos bloqueados y no sabemos qué opción escoger.
La incapacidad para tomar una decisión, puede ser vivida por personas de diferentes culturas, profesiones, estudios y niveles socioeconómicos. Vivimos en una sociedad cargada de información, conocimientos y que pone a nuestra disposición y permite una gran variedad de opciones para (casi) todo.
Por otro lado y en un primer momento, podemos pensar que contar con diferentes fuentes de información y opciones podría facilitarnos la toma de decisiones. Sin embargo, muchas veces es el contar con tantas opciones lo que hace difícil la tarea de decidir y nos conduce al bloqueo.
Una de las causas más frecuentes para ese bloqueo, sino la que más, en la toma de decisiones es una emoción: el miedo a decidir. Podemos sentirnos bloqueados, por ejemplo, ante la duda de si seguir con nuestra pareja o separarnos, cambiar de profesión o trabajo, tener hijos, escoger una carrera, etc.
Frente a situaciones importantes de nuestra vida o decisiones que no son reversibles, el miedo a decidir puede ser muy potente. Puede llevarnos a aplazar la decisión, con la incubación del malestar que esto supone. Es decir, si no sé qué hacer o qué camino seguir, dejo la decisión para más adelante. Podemos hacerlo con la esperanza de que aparezca una información nueva que nos dé seguridad o que sea el propio paso del tiempo el que selle algunas de las opciones que más nos bloquean. Como vemos el miedo a decidir influye en nuestra vida bastante.
El miedo a decidir puede adoptar diferentes formas, las cuales, a su vez, desencadenan diferentes problemas o síntomas de malestar emocional.
Este miedo podría decirse que es el más frecuente. Cuanto más importante sea la decisión, mayor tiende a ser el miedo a equivocarse. Hablamos de un miedo que tiene una función adaptativa muy importante: actuar con cautela y protegernos a nosotros y a los demás. Percibimos un gran precipicio y nos decidimos.
El miedo a equivocarse es un tipo miedo vinculado a la responsabilidad que tenemos sobre una elección. Nos hace reflexionar y valorar las posibles opciones antes de tomar una decisión. Es un miedo que está muy presente en situaciones que implica un cambio que es difícil o imposible de revertir y cuyas consecuencias vana ser importantes.
Algunas personas también pueden experimentar un fuerte miedo a decidir en situaciones que son reversibles y de importancia baja o media, e incluso experimentan un nivel de ansiedad elevado. Suelen ser personas muy raciones y que solo siguen las directrices de su intuición en casos muy contados.
Las consecuencias del miedo a equivocarnos
Sentir miedo ante la posibilidad de no escoger el camino correcto puede incapacitarnos. Nos puede conducir a un estado de indecisión sostenido, a tiempos de reacción prolongados y a la búsqueda exhaustiva de información externa respecto a qué decisión es mejor tomar.
Una de los principales derivaciones del miedo a equivocarse es la búsqueda de la información o conclusión definitiva. Es decir, experimentamos la falsa creencia de que pensando y pensando llegaremos a una conclusión segura y certera que terminará con el riesgo de meter la pata.
Un miedo intenso a equivocarse puede ocasionar lo que en psicología se llama “duda patológica”. La duda patológica se caracteriza por una búsqueda obsesiva de la certeza absoluta, la cual es reforzada por una compulsión mental que se expresa a través del planteamiento constante de dudas.
El miedo a no estar a la altura
En este caso, nos referimos a situaciones en las que la persona tiene bastante claro qué decisión quiere tomar, pero duda respecto a si podrá lidiar con los efectos o consecuencias de esa decisión. Por ejemplo, una persona que tiene que decidir si hacer o no una presentación en un congreso puede terminar declinando la invitación por este miedo precisamente, el de no estar a la altura de los demás ponentes, de las expectativas de los demás o de las suyas propias.
El miedo a no estar a la altura puede llevarnos a evitar roles de responsabilidad, concentrarnos en tomar decisiones de poca importancia y delegar en los demás aquellas decisiones más relevantes o de mayor peso. Los problemas que genera este miedo suelen estar relacionados con un sentimiento de escasa valía personal o baja autoestima.
Además, el miedo a no estar a la altura puede llevarnos a dejar pasar oportunidades por sentir que no estamos lo suficientemente preparados para las exigencias de la situación. Hablamos de un miedo que nos mantiene dentro de nuestra zona de confort y limita nuestro crecimiento personal. Por tanto, una forma efectiva de superar el miedo a no estar a la altura es trabajar para la mejora de nuestra autoestima.
El miedo a no tener el control o a perderlo
Este miedo aparece en aquellas personas con una alta necesidad de control. Si una persona con alta necesidad de control percibe que no todo lo que implica la decisión está bajo su mando, el proceso de toma de decisiones queda paralizado. Por ejemplo, muchas personas terminan rechazando un trabajo que implica proyectos en grupo por este motivo.
Gestionar la necesidad de controlarlo todo o relacionarnos con un fanático del control puede ser un desafío bastante estresante, ya que se trata de una necesidad muy poderosa. En casos extremos, la necesidad de control se observa en personas con Trastorno de Personalidad Obsesivo-Compulsiva.
¿Cómo identificar el miedo a perder el control?
El miedo a no tener el control o a perderlo puede observarse tanto durante el proceso de la toma de decisiones como en el momento de afrontar las consecuencias de la decisión. Los efectos de este miedo durante el proceso de toma de decisiones suelen ser:
- La persona tiene que revisar toda la información disponible antes de decidir.
- Se requiere de un tiempo indefinido para pensar en la decisión.
- Se analiza una y otra vez cuáles son los pros y contras de las posibles opciones.
También podemos observar el miedo a perder el control cuando la decisión implica un cambio en la capacidad de control que la persona tiene. Es decir, controlamos la toma de decisiones, pero la opción que queremos escoger implica que cedamos parte de nuestro control. Proponernos dejar de controlar los resultados de algunas rutinas puede ser una buena forma de comenzar a perder este miedo.
Miedo al rechazo social
Sentirse querido, respetado y aceptado es una de las necesidades básicas del ser humano. El miedo al rechazo social es muy frecuente en situaciones en las que hay que tomar una decisión y todas las opciones posibles son, en cierto modo, perjudiciales.
Nos referimos a situaciones en las que escoger una opción lleva inevitablemente a desatender a una parte de mis necesidades o de las necesidades de los demás. Por ejemplo, situaciones estamos en posición de arbitrar en un enfrentamiento y tenemos que tomar una decisión a favor o en contra de las partes implicadas.
Problemas que genera el miedo al rechazo social
El miedo al rechazo social genera diferentes problemas, como la toma de decisiones basadas en la aprobación de los demás y no en las necesidades personales. En lugar de escoger aquello que nos haría más felices o sería más beneficioso, cuando tenemos miedo al rechazo social, escogemos aquello que les gustaría a los demás o que proyecta una mejor imagen de nosotros.
Para trabajar el miedo al rechazo social, pueden utilizarse técnicas de las Terapia de Tercera Generación, como por ejemplo de la Terapia de Aceptación y Compromiso. Estas técnicas orientan a la persona a aceptar ciertos aspectos de su vida y pensamientos que no puede cambiar y le ayudan a tomar decisiones según sus valores y necesidades personales.
Recuerda que tomar decisiones es una tarea a la que no puedes renunciar ni delegar. Ellas son tu timón y las que van a decidir tu futuro y te hacen responsable de él. En el caso de que sea alguno de los miedos descritos el que te paraliza siempre puedes consultar con un profesional.
Todos queremos tener mayor confianza en nosotros mismos, pero no siempre lo logramos. ¿Y si la forma que tenemos para conseguirlo no fuese adecuada? Según el psicoteraputa Russ Harris eso es lo que le ocurre a la mayoría de las personas. ¿Cómo lograrlo entonces?
A todos nos preocupa, en mayor o menor medida, el nivel de confianza que tenemos en nosotros mismos y por eso mismo nos implicamos en intensas luchas para fmejorarlo. Cuando no lo conseguimos, solemos pensar que el problema es nuestro: hemos fallado en algo o quizás no somos tan buenos. ¿Y si hubiéramos caído en una trampa?
Russ Harris, psicoterapeuta inglés, afirma que la falta de confianza en uno mismo no es una cuestión de defectos personales, sino de que no se conocen las reglas del juego de la confianza, ya sea porque nunca nos lo planteamos o bien porque aunque lo hayamos hecho, la sociedad nos ha proporcionado unas reglas equivocadas para jugarlo.
Incluso, pese a que algunas de estas reglas erradas nos hayan funcionado durante un tiempo, lo más probable es que no nos hayan proporcionado realmente lo que buscábamos. Entonces, ¿cómo jugar de forma adecuada?
«Las mismas capacidades que nos llevan al éxito nos conducen también a nuestras luchas internas».
-Stephen C. Hayes-
¿Para qué queremos confianza?Para que necesitas confiar en ti mismo? Piénsalo antes de continuar.
La respuesta es sencilla: queremos confianza porque deseamos realizar cambios para mejorar nuestra vida, ya sea para alcanzar nuestros sueños y metas o para tener mejores resultados en un ámbito determinado. Por lo tanto, no queremos confianza sin más, sino que la queremos para algo, como afirma Harris.
La importancia de los valores y las metas personales
Si tuvieras toda la confianza del mundo, ¿en qué te comportarías de manera distinta? ¿qué clase de persona serías y qué tipo de cosas harías?
La pregunta anterior nos proporcionan las metas y los valores que nos ayudan a definir los aspectos fundamentales relacionados con esas dosis de confianza que tanto deseamos.
Por un lado, los valores definen cómo queremos actuar, bajo qué principios queremos vivir y qué cualidades personales y rasgos de carácter queremos cultivar y, por otro lado, las metas definen aquello que queremos lograr, conseguir o poseer. Mientras que las metas son finitas, es decir, tienen un fin cuando se alcanzan, los valores siempre están en marcha. Ahora bien, ¿qué relación tienen con la confianza?
Los valores nos inspiran, nos motivan y nos mantienen en el viaje del desarrollo de la confianza. De alguna forma, vivir de acuerdo a ellos, nos produce satisfacción, incluso cuando no podamos alcanzar nuestras metas y objetivos.
Saber qué valores queremos incorporar a nuestras vidas y qué metas deseamos alcanzar nos ayudará a definir de forma más precisa los cambios que necesitamos hacer para configurar nuestros primeros pasos en nuestro camino hacia la confianza.
La brecha de la confianza
Existe un lugar en el que podemos quedar atrapados cuando nos dirigimos hacia la consecución de nuestros sueños, ese en el que el miedo aparece para decirnos que si no tenemos la suficiente confianza, no podremos alcanzar nuestras metas, rendir al máximo o actuar como deseamos.
Quizás nos sorprenda, ya que en la sociedad se suele lanzar este mensaje, pero lo cierto es que cuanto más nos aferramos a esta creencia, más nos alejaremos de la clase de vida que queremos. Porque ¿de verdad pensamos que el sentimiento de confianza va a salir a nuestro encuentro? ¿es posible que de repente tengamos mayor seguridad para comenzar a hacer aquello que es realmente importante para nosotros?
La respuesta es no, al menos a largo plazo. Quizás a través de algún ejercicio, la lectura de un libro o la conversación con un amigo nos sintamos con más ánimos, pero estos no tardarán mucho en esfumarse. Si queremos hacer algo con confianza, tenemos que trabajar para ello y para ello necesitamos practicar una y otra vez las habilidades adecuadas que nos permiten conseguirlo.
«No puedes fingir que tienes confianza, tienes que ganártela. Tienes que hacer el trabajo tú mismo».
-Lance Armstrong-
Así, cada vez que practiquemos, estaremos realizando un acto de confianza, de apoyarnos en nosotros mismos, de apostar por nosotros. Y solo tras mucha practica, mucho tiempo y esfuerzo, alcanzaremos los resultados esperados y comenzaremos a percibir el sentimiento de confianza. En resumen, como expresa Russ Harris: «Los actos de confianza son lo primero; los sentimientos de confianza vienen después«.
Ahora bien, aunque sea muy fácil de decir, no es tan sencillo en la vida real, más que nada porque tenemos una mente a la que no le gustan los cambios, por lo que intentará sabotearnos a través de nuestros pensamientos de cualquier manera.
«No tengo tiempo«, «estoy cansado y desmotivado«, «la semana que viene lo haré…» y un largo etc. son las típicas excusas que pondrá en marcha. Se trata de trampas mentales ante las que es relativamente fácil caer si tenemos miedo a confundirnos, no nos creemos lo suficientemente buenos o avanzamos lento, creencias totalmente normales.
¿Por qué nos falta confianza?
A pesar de que todos y cada uno de nosotros experimentamos confianza en ciertos aspectos, existen una serie de razones que nos impiden tenerla en otros según Harris. Son las siguientes:
- Expectativas demasiado altas y relacionadas con la idea de ser perfectos.
- Juzgarnos con gran severidad. Un aspecto totalmente normal en los seres humanos: tenemos cierta tendencia a criticarnos, contarnos historias negativas sobre el futuro, sentirnos insatisfechos o recurrir a experiencias pasadas en las que no salimos bien parados.
- Gran preocupación por el miedo. ¿Quién no experimento temor en algún momento? El problema no es experimentarlo, sino agarrarnos fuertemente al miedo y vivir a través de él.
- Falta de experiencia. No podemos sentirnos seguros en algo, si tenemos poca experiencia sobre ello, pero esto no implica que no podamos desarrollarla.
- Falta de habilidades. A no ser que seamos realmente buenos en algo, es imposible sentirse confiados a la hora de hacerlo.
Estas barreras psicológicas impiden el desarrollo de la autoconfianza siempre y cuando nos quedemos atrapadas en ellas y pensemos que no existen formas de destruirlas o de buscar alternativas.
El ciclo de la confianza
Ahora que ya sabemos para qué necesitamos confiar, en qué consiste la brecha de la confianza y las razones por las que nos falta esa sensación de seguridad es conveniente conocer cómo podemos hacer las cosas mejor. Para ello, utilizaremos el ciclo de la confianza de Russ Harris, el cual está compuesto por cuatro pasos o fases:
- Practicar las habilidades. Lo que viene a decir la práctica hace al maestro. Eso sí, para ello tendremos que hacer frente a esas barreras psicológicas que nuestra mente pondrá en marcha.
- Aplicarlas de manera eficaz. No será suficiente con practicar, sino que también tendremos que ser hábiles en la aplicación de nuestras habilidades. Para ello, tendremos que ser valientes y salir de nuestra zona de confort hacia la vida real y los desafíos que esta nos ofrece. Un recurso de mucha ayuda es practicar la atención plena, es decir, conectar con el presente, con eso que estamos haciendo.
- Valorar los resultados. Una vez aplicadas las habilidades es necesario valorar cuáles fueron sus resultados, qué es lo que funciono y qué no y qué se puede hacer de forma diferente. Para ello es imprescindible no juzgarnos ni reprocharnos duramente, sino llevarlo a cabo desde una actitud de aprendizaje y no desde la exigencia del perfeccionismo.
- Introducir los cambios necesarios. Este último paso tiene que ver con seguir haciendo lo que tiene resultado y cambiar aquello que no está funcionando.
El ciclo de la confianza puede parecer ambiguo y demasiado complejo, sin embargo es algo que ya hemos hecho o estamos haciendo y no una vez, sino muchas. Tan solo tenemos que pensar en aquello en lo que tenemos seguridad y que a día de hoy lo hacemos con naturalidad.
Leer, cocina, conducir, pintar, bailar, hablar en público, resolver cálculos matemáticos, montar en bicicleta, escribir, organizar… Todo ello son ejemplos de habilidades que en un principio no sabíamos realizar pero que con la práctica, el tiempo y el esfuerzo hemos conseguido hacer. Por supuesto, algunas personas serán más hábiles en unas que en otras, lo importante es ser conscientes de que no tenemos niveles de confianza cero.
¿Cómo ganar en el juego de la confianza?
Entonces, ¿cuáles son las reglas adecuadas para salir victoriosos en el juego de la confianza? Según el médico y psicoterapeuta Russ Harris son las siguientes:
- Los actos de confianza son los primero; los sentimientos de confianza vienen después.
- La confianza auténtica no está basada en la ausencia del miedo, sino en relacionarse con esta emoción de una forma diferentes. Es decir, una persona con confianza en sí misma no es que no tenga miedo, sino que a pesar de ello sigue adelante porque ha aprendido a sacar lo mejor de su relación con él.
- Los pensamientos negativos son normales. No hay que luchar contra ellos, sino defusionarse con ellos, esto es, saber que son solo creencias, aprender a distanciarse de ellos y comprender que no nos definen completamente.
- La autoaceptación es el triunfo de la autoestima. Aceptarnos es clave para mejorar en nuestros niveles de confianza.
- Hay que afirmar los valores con suavidad, pero perseguirlos con firmeza.
- El verdadero éxito es vivir de acuerdo a nuestros valores, en lugar de vivir de acuerdo a nuestras metas.
- Hay que apasionarse por el proceso y no obsesionarse con los resultados porque puede que nos frustremos demasiado.
- El fracaso duele, pero puede ser un gran maestro si estamos dispuestos a aprender de nuestros errores.
- La clave para rendir al máximo está en una plena implicación con la tarea.
Como vemos, desarrollar una mayor confianza puede ser muy diferente de lo que pensábamos, pero es posible conseguirla. Tan solo tenemos que mantener una actitud flexible, proactiva y de mucha práctica.
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